martes, 15 de febrero de 2011

Acerca de convertirse en esclava casi sin saberlo.

Me peine, me pinte, me puse mis mejores ropas y les pedí a mis papás que me llevaran a aquel restaurante. Ya había cumplido quince años y todos mis amigos del chat me habían odiado por no haberlos invitado a mi fiesta. Lo cierto es que no hubo fiesta. Aquel 14 de junio de 1999 no hubo ninguna celebración. Estaba yo tan deprimida, que ni siquiera había querido cumplir el sueño de toda adolescente: tener una fiesta de quince llena de amigos y gente querida. A los únicos a quienes yo quería formaban parte de mi familia, y amigos no tenia. ¿Para qué iba a festejar?

Pensé que ya era momento de conocerlos. Se juntaban en un restaurante a las nueve y media de la noche el 17 de julio. Mis padres no estaban de acuerdo con mi participación en aquella reunión, y quizás eso hizo que yo quisiera ir aun con más ganas.

Cuando llegue, mi mama me dejó justo en la mesa donde estaban todos reunidos y me dijo que pasaría a buscarme en tres horas. No protesté, estaba bien. Chequeé la mesa: yo era la menor, claro. Los demás tenían entre 25 y 40, con excepción de Alejo que tenía 24 y me había instado a ir. Las cosas estaban claras con él: íbamos a ser hermanos, solo hermanos. Nos separaban ocho años de existencia y nos queríamos mucho, pero legalmente era imposible.

¡Qué extraña sensación aquella noche! Aunque hablábamos todos los días sin falta, nunca nos habíamos visto. Tan extraña era la situación para mí, que busqué la silla mas apartada y me puse a charlar sin problemas con otras amigas cibernéticas que rondaban los veinticinco años. No quería estar cerca de él. Temía decepcionarlo: siempre me decía que yo no aparentaba mi edad y hasta pensaba que le mentía respecto de eso. No quería que me pusiese a prueba. Tenía una premisa muy cierta en la cabeza: sé escribir, es lo que hago mejor. Pero hablar es completamente diferente y es tan difícil como leer la Biblia en diez minutos.

Sin embargo, Alejo encontró el modo de acercarse sigilosamente. Me di cuenta que estaba a mi lado porque prendió un cigarrillo (meses después me confesaría que no fumaba, que simplemente lo hizo para llamar mi atención). Ahí estaba él, mi “hermanito”, fumando un cigarrillo a mi lado. Tantas veces estuvimos juntos estando separados… Y sin embargo, ese día estábamos cerca y más separados que nunca.

Después de unos minutos, hizo algún comentario gracioso y poco tiempo después apareció mi mamá y me fui. A partir de ese día, Alejo se convirtió en la persona más importante del mundo: me levantaba media hora antes de ir al colegio sólo para chequear mis emails y ver si tenía alguno suyo. Cuando volvía, comía enfrente de la computadora mientras hablaba con él. A la tarde iba a ingles y hacia los deberes. Y a la noche, antes y después de comer hablábamos. Como puse en algún email: “Sos lo primero que veo a la mañana y lo último que pienso cada noche”. Me estaba enamorando de un hombre casi diez años mayor que yo. Estaba rompiendo las reglas.

Miércoles 28 de julio de 1999 12:12 am

De: Clara

Para: Hogweed

Te juro que tengo muchas ganas de verte, no sé por qué, realmente no sé. Pero ahora que me voy de vacaciones, me pongo a pensar en que no vamos a chatear por algunas semanas y eso ya no me gusta nada. Hablar con vos es una necesidad, porque realmente me hace muy bien. Cada vez que hablo con vos me dejás boba, porque me sorprendes con esa mezcla de ternura, dulzura, perspicacia e inteligencia. Y por otro lado tengo miedo, porque hoy somos amigos, “hermanos”, pero mañana… mañana no sé. Aunque nos llevamos muchos años de diferencia, tenemos mucho en común, aunque vos sepas mucho y yo demasiado poco de la vida. Con esto quiero decirte todo lo que te quiero, porque aunque siempre te lo repito, se que te gusta que te diga lo que pienso. Quizás este es un cariño diferente porque somos “hermanos”, pero me quedé pensando cuando dijiste que necesitabas “amor”. Me quede algo pensativa y reflexioné: sos el tipo de hombre que cualquier mujer necesita. Sos un tipo comprensivo, que quiere escuchar, que sabe escuchar, que te ayuda a resolver cualquier problema. Sos dulce, tierno, cariñoso… lo cual me deja pensando: ¿cómo es que este chico no tiene novia? Y bueno, Dios le da pan…

Pero sabemos muy bien que es un amor “entre hermanos”, un inmenso cariño entre hermanos. Sólo que me asombra un poco el tema de tu soledad, que quizá te guste pero (por mucho tiempo) a nadie le gusta estar solo. Yo siempre fui una chica muy solitaria, aunque no parezca, muy de hacer la mía sin importarme lo que me dijeran los demás; pero cuando crecí me di cuenta de que necesito a alguien. Alguien que me escuche, que me quiera y que en definitiva me ame y me dé lo que quiero: una relación estable, seria, sin mayor compromiso que amor duradero. Y si yo a los quince pienso eso, me imagino lo que pensaras vos que tenés 24.

Quiero decirte que sos un amigo muy especial, que te quiero mucho y quiero darte las gracias por todo lo que me das. Gracias por tu atención, realmente la necesito. Jamás, jamás, jamás te olvides de mi eterno cariño.

Clarita.

Clarita. Ése era mi nombre de ficción para el chat. Por alguna razón no me gustaba y por otra estúpida razón habíamos decidido ser “hermanitos”. Estupro, ésa era la razón: pero la entiendo recién ahora. Alejo era táctica pura, un estratega de los más astutos. En aquel momento, sin embargo, era la única razón por la cual sonreía y por la que despertarme feliz. Pronto Cocol fue sumiéndose en el recuerdo de algo inconcreto, un deseo irrealizado.